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jueves, 10 de julio de 2014


BOBBY McFERRIN: SPIRITYOUALL

Bobby McFerrin: el gran conciliador
Menudo arranque el de la decimoséptima edición del festival internacional Jazz San Javier: tres auténticas leyendas vivas del jazz en tres noches consecutivas. Y no ha hecho más que comenzar. Tras las actuaciones de Georges Benson el sábado y Michel Camilo Trío el domingo (a las que por desgracia no pude asistir, aunque sé que en ambas el éxito y la afluencia de público fueron extraordinarios), el lunes le llegaba el turno a uno de los cantantes más emblemáticos, influyentes e innovadores de las últimas tres décadas, el conspicuo e idolatrado Bobby McFerrin, que aterrizó en San Javier el único día que le permitía su agenda para presentarnos su último trabajo como líder, Spirityouall, antes de hacerlo en San Sebastián y otras ciudades europeas. Pese a ser un lunes laborable para muchos, la verdad es que el Auditorio Parque Almansa rozó el pleno y hasta la luna hizo su aparición en una noche cálida y serena, verdaderamente idónea para escuchar a McFerrin con todos los sentidos. Lo digo porque llevo ya mucho tiempo leyendo y escuchando los panfletos de no pocos agoreros que aseguran que el jazz está de capa caída y ha desaparecido del prime time. Barren, claro, para casa; es su negocio y hay mucho dinero, muchos patrocinios en juego; pero se delatan cuando afirman que a los macro festivales de pop, rock o indie, la gente va principalmente a divertirse, a ligar, a emborracharse, porque escuchar música es, si acaso, el último de sus objetivos. “La música simplemente acompaña, distrae el oído, pero no es lo esencial”. Vaya tela. Y qué concepto de diversión. Y qué falta de respeto hacia los músicos, relegados a un mero papel ornamental. En un concierto de jazz ocurre todo lo contrario: lo esencial, que es la música y los músicos que la hacen posible, desplaza todo lo demás a un segundo plano; los gozos y las sombras, las emociones, las exclamaciones, las risas, los aplausos y los silencios son colectivos. Todo ocurre al unísono. Forma parte de la liturgia, la ética y la estética del jazz, el gran género de géneros que crece, se renueva y gana adeptos cada día. Soy músico y aficionado al jazz desde hace muchos años y simplemente doy fe de lo que vivo.
Bueno, al grano. Bobby McFerrin llegó acompañado por una insólita formación, en la que varios de sus componentes, como el propio cantante, son multiinstrumentistas. Spirityouall es un trabajo tan ecléctico que, por razones puramente funcionales, sin duda lo requería. No es fácil conseguir un equilibrio tímbrico tan perfecto entre los tres protagonistas sonoros principales: las voces (la hija del cantante, Madison McFerrin, estuvo magnífica en todas sus partes), las cuerdas (el todopoderoso Jeff Carney al contrabajo; Armand Hirsch a las guitarras; David Mansfield a la mandolina, el violín, la guitarra con resonador y el cordófono rectangular Lap Steel, instrumento propio del country y el folk americano, el bluegrass y la música hawaiana; e incluso el joven y virtuoso Louis Cato, quien además de acariciar la batería con exquisita delicadeza tocó con mucha soltura la guitarra y cantó en varios de los temas marcando con el pie el ritmo sobre una pandereta) y, finalmente, los teclados, con el gran Gil Goldstein, director musical del proyecto, al piano de cola, el teclado electrónico y el acordeón. Original instrumentación, ¿verdad? Voces, cuerdas y teclados principalmente, ya que los timbres de la batería y la percusión estuvieron muy dosificados (aunque Louis Cato dio cumplida muestra de su solvencia en ambos terrenos).
Una banda, pues, inusitada para un trabajo en verdad inclasificable, como otros muchos acometidos anteriormente por McFerrin, que bebe de absolutamente todas las fuentes. Me viene a bote pronto a la memoria su fantástico álbum VOCAbuLarieS, nominado a los Grammy en 2010, en el que junto al compositor, arreglista, percusionista y productor Roger Treece reunió a más de cincuenta de los mejores cantantes del mundo de todos los registros vocales para grabar un álbum asombrosamente heterogéneo, repleto de canciones en las que se combinaban diferentes estilos e idiomas, incluidos el latín, el sánscrito y el zulú. Y es que cada uno de los trabajos de Bobby McFerrin es un tributo de amor a la música y, por tanto, un acto de fe en el ser humano y en su capacidad de conciliación y conexión con el Ser Universal.
El concierto dio comienzo como quien no quiere la cosa, sin la habitual presentación de Alberto Nieto, director del festival. El primero en aparecer fue Louis Cato, que se sentó a la batería y comenzó a elucubrar ritmos como si estuviese aún en una prueba de sonido. Pero no. Uno a uno y con mucha parsimonia fueron incorporándose todos los músicos para ir tejiendo el umbral sonoro que daría paso al advenimiento sobre el escenario del gran astro de la voz. Y se hizo el silencio. McFerrri, micrófono y tazón en ristre, se sentó ceremoniosamente en una silla y comenzó su elegante y medido ritual para embarcarnos, con la música espiritual como hilo conductor, en un viaje musical por todos los géneros tradicionales de su país (Soul, Gospell, Country, Jazz, Rhytm & Blues…) salpicados de guiños a la música clásica y a otras muchas músicas del mundo. Con esa formación tan novedosa, la gran variedad de instrumentos de cuerda y su armonioso empaste, afloraron tantos matices y tantas referencias que hubo muchos momentos (como cuando interpretaron “Whisful Thinking”, “Can’t Find My Way Home” o el impresionante “25:15”) en los que tuve la sensación de estar escuchando a los mismísimos Frank Zappa y John Mayall, o a bandas emblemáticas de la década de los 70 como Led Zeppelin, King Crimson o Emerson, Lake & Palmer, que tanto bebieron de las músicas tradicionales. Por otra parte, cantos espirituales tan populares y representativos como ““Everytime”, “Joshua” o “Jesus Makes Is Good” fueron versionados con gracia y fidelidad, pero sazonados con matices, ritmos y estilos de múltiples culturas. En “He’s Got The Whole World”, McFerrin se sentó, como es su costumbre, en el borde del escenario y ofreció el micrófono a quienes se atrevieran a cantar. Tan sólo dos chicas, superando el miedo escénico, saltaron de sus butacas.
En definitiva, fue un concierto intimista en las formas y exuberante en los contenidos, con espacios abiertos a la improvisación y magistralmente conducido por ese espíritu puro y conciliador de la música universal que es Bobby McFerrin. Aún así, me siento obligado a apostillar que, por lo general, cuando tenemos enfrente a artistas de su talla, por mucho que nos extasíen casi siempre nos quedamos con ganas de más; pero creo que el espectáculo, que sin duda fue formidable y alcanzó cotas altísimas, pudo haber dado un poco más de sí. Tan sólo doy fe de una impresión casi unánime a la salida. En un festival de esta categoría, con un público extraordinariamente generoso y atento que se quedó con hambre de espectáculo, lo cierto es que Bobby McFerrin bien pudo estirarse un pelín más. Su único bis, un suave, lento y breve “Peace”, nos supo a poco.
No obstante, le doy una vez más la enhorabuena por su maravillosa labor como embajador de la música en todo el mundo y un millón de gracias por acercarse desde tan lejos para dar un concierto a tan pocos kilómetros de mi casa.


Sebastián Mondéjar





 FORMACIÓN:
Bobby McFerrin (cantante)

Gil Goldstein (director musical, teclados y acordeón)

Madison McFerrin (cantante)

David Mansfield (guitarra National Resonator, mandolina, violín y guitarras)

Armand Hirsch (guitarras)

Louis Cato (batería, cantante, percusión y guitarra)

Jeff Carney (contrabajo)


Tercer día de Festival.
Así lo vimos.



Jeff Carney.
Bobby McFerrin.
Bobby McFerrin.
Madison McFerrin .
Bobby McFerrin.
Bobby McFerrin.



Louis Cato.

Madison McFerrin .



Bobby McFerrin & Jeff Carney.
Bobby McFerrin.


                                                         Madison McFerrin & Bobby McFerrin
Bobby McFerrin.
Bobby McFerrin.
Bobby McFerrin.


Gil Goldstein .

Madison McFerrin & Bobby McFerrin
Bobby McFerrin & 
Gil Goldstein.

Bobby McFerrin & 
Gil Goldstein.
Bobby McFerrin & 
Gil Goldstein.
Bobby McFerrin & 
Gil Goldstein.

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